Deja-Vu

Luego de semanas de investigación, pruebas, cálculos, fracasos y encierro, Benitez salió a la calle con su nuevo invento. Había fabricado los anteojos para ver el futuro.
Aún le faltaba perfeccionarlo, sólo permitía ver con 15 segundos de anticipación la desfasada realidad. Fantaseó con la idea de volverse millonario, apostando siempre a un número ganador que conocería de antemano; se alegró ante la posibilidad de no cometer actos estúpidos o evitar situaciones embarazosas haciéndole trampa al tiempo, realizar trucos de adivinación, e incluso de poder gritar los goles antes de que la pelota toque la red.
Una vez parado en el andén de la estación, cuando pensaba en todas estas cosas, vio a escasos diez metros una muchacha con la que cruzó una dulce mirada. Se preguntó ¿por qué no? y decidió hablarle. Para probar su invento y saber si iba a tener o no éxito en su conquista, se colocó los lentes. Inmediatamente la vio corriendo hacia donde se encontraba él con un gesto de pánico mientras la puerta del tren se abría delante suyo. Esto lo asustó, pensó en un robo, hasta en un atentado. Se apresuró a subir al vagón.
Jamás sospechó que ese tren, aún no había llegado.

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